domingo, 24 de julio de 2011

Carlos Contramaestre



                                               Carlos Contramaestre

     Nacido en Tovar, Estado Mérida en 1933 - Caracas, 1996. Médico, escritor, pintor y poeta. Perseguido político durante la dictadura de Pérez Jiménez. Miembro y fundador del grupo El Techo de la ballena, autor de la controversial exposición Homenaje a la necrofilia (1962). De su obra poética puede destacarse: Por decreto y por sueños de Maximina Salas (1968), Armando Reverón, el hombre mono (1969), Cabimas-Zamuro (1977), La mudanza del encanto (1979),
Escritor experimental, su literatura, sarcástica la mayor de las veces, trata de impugnar un mundo que no puede compartir. Médico, desde 1969 es director del Centro Experimental de Arte de la Universidad de los Andes.

EL TIEMPO
El tiempo es una
abstracción de arena
ajeno a la memoria
del espejo
Reniega de su pasado
como testigo
de lo efímero de
la vida
Últimos poemas
Carlos Contramaestre

I
La segunda muerte me embriaga en
las tabernas olorosas a invierno.
La distancia descalabra las almas,
enmudece las lenguas del destierro
entre los titubeos de las estaciones fraudulentas.
Retorno a las riberas de la soledad,
Virtuosa tañedora de silencios y ecos de la muerte.
Moro en esa copa sardónica,
incienso de la tribu espectral.
Destilo dolores y heridas antiguas
en serpentina de cobre dulce.

II
Ella suele llegar casi siempre desnuda.
Su olor sube sobre mis columnas trágicas
y yo empiezo a soñar rosas
y algunos animales híbridos.
Esa mujer no me pertenece
en este continente ni en la otra vida.
III
Agonizo en tu temblor cotidiano
y la lluvia terminó.
Nadie podía adivinar la rudeza del cielo,
el pavor de seguir casi vivo,
casi aliento para retornar al cosmos.
Necesito la mudez de la alquimia,
el incesto de los Dioses,
la primavera del invierno,
el fuego de la invocación.
Soy ese exorcismo dormido sobre el llanto:
nos une el desastre, el extravío.

IV
Desprenderse del cuerpo
y encontrar la nube marcada
que ocupará el espacio medido
para el amor sin frutos.
Océanos agitados y naufragios decididos.
El jordano transportó la dicha y no lo sabía.
Recordó a su toledana en silencio.
Luego, el arquitecto del lecho académico
lo regó con licores y flores churriguerescas.
V
Mi oficio de basurero
me obliga a buscar mis pergaminos,
mis escombros perfumados.
Y tú eres ese mural
que yo inventé;
tú ese sueño bajo tierra
dulce, silencioso
para el abandono arqueólogo
de amores.

VI
Dos manzanas asustan cuerpos
si son de tierra lejana, como
hijos olvidados,
asuntos de tu vihuela en porfía
y ese sentimiento de astro perdido
que no quiere regresar porque
no hay constelación sin amor,
sin aire.
Canta el alma sorda.
Lo desperdicio todo, hasta un ratón.
Vuelo vegetal sin espejo,
frío para siempre, sin sintaxis,
traspapelando noches, días, encuentros,
amores, doncellas, recuerdos:
ése cuerpo reproduce tu cuerpo,
tus piernas, tu hilo nostálgico.
Insatisfacción. Era otra María, era
otro olfato para la belleza,
otra línea para vivir
y yo era el paraíso, era
río con piedras, con
árboles.

VII
Depende de tu muelle y
tu ojo amoroso.
Vuelvo a las almendras esenciales,
a tu silencio demencial.
Escarbo en tu vulva,
colecciono piedras y licores,
acerco cuerpos, carnes
puberales, inciensos de
ciudad en viaje sin continente.

VIII
El azar del vuelo inventa el lecho
que el jordano transporta
para la novia y es él quien decide
el norte de los besos, el sur
que deslinda el corazón en el tiempo.
El jordano desaparece como fantasma
para labrar la materia
de los sueños y planta árboles
del porvenir en tus sienes.
El anillo de su toledana
es nuestro amuleto.

IX
Tugurios abandonados a la lujuria
de la pobreza.
Azar del que sufre en silencio,
oculto de los dioses.
Niebla pecaminosa susurrando
otro cielo prohibido, alguna
voz de mujer profanada.
Temblor de carburo alabando
los ojos ciegos, la nada del
naufragio, el instinto del árbol
ahogado en savias alcohólicas,
abanicando corazones ramificados
en el duelo.

X
Tengo una constelación
y una mujer desnuda
que brilla como una hoja de higuera.
Amo ese principio que me une
a ese gran ombligo de la noche
donde me embriago de tinieblas.
XI
Espacio ornamentado por mis
gorriones dementes,
con cielos provisionales y
paraíso recién decretado.
Arcillas tranquilas en su
crecimiento para unificar el
latido.
Celebro el encuentro.

XII
El tiempo desnivela mi silencio.
Grito en grieta.
Me escuchas más allá de los trópicos.
Tu ola anticipa naufragios.
Ausencia de navío escarlata que regresa al Caribe.
Me indulto y me inmolo en langostas.
Techos baldíos, cocodrilo celeste, palma sagrada.
El azar-sortilegio implica encuentros,
hallazgos fortuitos.
XIII
Ayer me arrancó
la tormenta unos
árboles que cantaban
melodías antiguas del
universo como eco
armonioso de un caos.
La sangre brotó de
la tierra para alimentar
los muertos sedientos de
vida porque la deja
a medias
…cuando el amor comenzaba.
Esa tormenta desatada
por los dioses oscurecía
mis sueños y no podía
seguir viendo desnudeces
de tu cuerpo iluminado
por los relámpagos.


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